15 de febrero de 2012

El Valor de la Amistad




Jorge y Nicolás eran dos grandes amigos: compartían juegos, experiencias, temas de conversación...todo lo que hacen los buenos camaradas. Lo único, tal vez, que distinguía su amistad de otras, era el hecho de que, mientras Jorge era un chico sano y fuerte, Nicolás era parapléjico, a raíz de una caída en su infancia, y se movía en una silla de ruedas.

Desde que empezaron a ir juntos a la escuela, allá por Primaria, un vínculo tan sincero como inquebrantable se formó entre ellos. Aunque eran muy distintos, sobre todo físicamente, se sentían genial el uno con el otro y en ese estado afectivo eran capaces de superar casi todas las barreras. Con frecuencia, Jorge empujaba la silla de ruedas de Nicolás hasta el colegio; sabía que excepto en tramos muy concretos, su participación no era necesaria, pero quería demostrarle que siempre podía contar con su ayuda. Era su colega del alma, y por él haría lo que hiciese falta.


Los padres del chico paralítico estaban encantados con el inseparable compañero de su hijo. Daban gracias cada día por la suerte que había tenido el muchacho, y ellos con él, de haber encontrado a alguien que no se limitaba a compadecerle, sino que le trataba como un igual y le adoraba. Los padres de Jorge, si bien apreciaban su gesto, creían en su fuero interno que aquél dedicaba demasiado tiempo a su desdichado amigo, tiempo que debería aprovechar para relacionarse con los otros chicos "normales" como él.

Así continuaron las cosas hasta que, a mitad de Secundaria, el azar quiso que algo terrible cambiara sus vidas para siempre. Cuando Jorge acompañaba una de tantas veces a Nicolás en dirección a la escuela, se despistó ligeramente al cruzar un paso de peatones, quedándose algo rezagado. Había dejado la silla con su amigo prácticamente en la otra acera,cuano un coche, que avanzaba confiado de que el semáforo estaba en verde, le embistió lateralmente. El impacto fue brutal; tanto, que aunque consiguió salvar la vida, el accidente le relegó, en una burla del destino, al mismo asiento desde el que Nicolás su día a día, quedando sujeto a idénticas limitaciones. 

La reacción de su incondicional compañero y su familia fue de enorme tristeza. Conocía lo duro que era ser parapléjico y nunca hubiesen deseado que Jorge, que tan bien se había portado con ellos, corriese la misma suerte. Mas no podían hacer nada sino lamentarse. La respuesta de los padres del infortunado fue, sin embargo, mucho más explosiva e irracional. Descargando todo el dolor y la rabia que tenían dentro, acusaron a Nicolás de haber destruido la vida de su hijo, ya que si no hubiese tenido que cargar con él aquella desgracia jamás hubiera ocurrido.Pese a las protestas del chico, le prohibieron ver más a su amigo.

Pasó el tiempo, y, ante su imposibilidad de atenderle como merecía, por razones de trabajo, los padres de Jorge contrataron a una voluntariosa joven, Daniela, para que le asistiera en aquellas situaciones en las que su independencia era reducida. No tardaron ambos en hacer muy buenas migas y pronto empezaron a contarse hasta sus secretos más íntimos. A Daniela le apenó especialmente la separación forzada de Nicolás y decidió ayudarle, pese a saber lo que se jugaba. Durante muchos años se las arregló para que Jorge se viera con su amigo a escondidas, ocultándoselo a sus padres. Fruto de sus actividades, había siempre ropa para lavar; para justificarlo, la chica les contó que su hijo le había pedido que le apuntase a un gimnasio de rehabilitación y le llevaba allí muchas tardes; considerando esta actitud como algo positivo, le animaron a que lo siguiera haciendo.

Por desgracia, hasta las mentiras más piadosas suelen acabar descubriéndose. La mala suerte dictó que la madre de Jorge les pillara in fraganti en uno de sus encuentros y todo se vino abajo. Daniela fue despedida entre insultos y amenazas, y una vez más, un abismo impenetrable se abrió entre los dos amigos.

La historia dio otro vuelco cuando, poco después, Jorge se las arregló para escaparse de casa. Durante una semana entera su familia fue incapaz de encontrarle: llamadas telefónicas, búsqueda por los alrededores, visita a hospitales...todo fue en vano. Cuando un día, sumidos en la desesperación, sus padres veían la televisión tratando de darse un respiro, sus ojos se desorbitaron al contemplar una escena insólita. El equipo de la ciudad acababa de ganar la final de baloncesto en silla de ruedas y no había dudas de quién estaba recibiendo la copa: su hijo Jorge. Como tampoco había duda de quién la tomaba también, a su lado, como siempre: era Nicolás. Cuando pidieron al primero que dijera unas palabras tras el gran triunfo, el feliz muchacho, desde su silla de ruedas, dijo emocionado:

"Dedico esta victoria a mi gran amigo Nicolás, que nunca me abandonó y me enseñó a luchar mediante este deporte; a Daniela, que demostró su corazón de oro al apoyar mi causa aun a sabiendas de que arriesgaba su empleo, el cual terminó perdiendo; y finalmente a todos aquellos que creen en la verdadera amistad, aquella capaz de derribar todos y cada uno de los obstáculos, incluso los interpuestos por los que se supone que más te quieren, y sin embargo, menos te comprenden".

Tras escuchar estas palabras, los padres de Jorge se miraron y rompieron a llorar al percatarse del gran error y la tremenda injusticia que había cometido.

No hay elección más dura que la que la propia realidad representa. 

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