17 de febrero de 2012

El Observador

También conocido como el juego de Sherlock Holmes; consiste en lo siguiente: elige un objeto cualquiera, al azar, y estúdialo tan detenidamente como si en él estuviera encerrado el mayor secreto de la humanidad.

Te propongo como ejemplo que te fijes en un simple botón. ¿De qué color es? ¿es un color uniforme o presenta manchas? ¿ Es constante o resulta más estrecho hacia el centro? ¿Cuántos agujeros tiene para coserlo a la tela? ¿Y por qué tendrá este número y no más o menos? ¿De qué material estará fabricado? ¿Sería mejor si tuviese una forma triangular o hexagonal? ¿Qué otras aplicaciones se le podrían dar aparte de abrochar camisas? Etc.

Practícalo con regularidad, escogiendo objetos de la vida cotidiana: un bolígrafo, una moneda, un clip, un bote de refrescos..., te asombrarás de la cantidad de detalles que se nos asan por alto.

Una variante, especialmente útil para hacer entretenidas las esperas, consiste en elegir una letra al azar y buscar objetos cuyo nombre empiece por esa letra. En lugar de esto, también puedes escoger un color.

Este juego es mucho más interesante de lo que parece, y muy sencillo. Ejercita dos cualidades esenciales para la memoria: concentración y observación. La costumbre de observar las cosas con detenimiento puede ser muy provechosa.

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